Jill Biden, la Primera Dama que corregira examenes en la Casa Blanca : Noticias de
Tiene un aire a Linda Evans, la protagonista de ‘Dinastia’, lo que no esta nada mal cuando una frisa los 70 años y se tienen cinco nietos. La señora Biden, de soltera Jill Tracy Jacobs (su padre americanizo el Giacoppo que se trajo de Italia), parece no dejarse intimidar por tanto oropel como se le viene encima. De entrada, esta profesora de Ingles ha dejado claro que seguira dando clases, lo que la convertira en la primera esposa de un presidente estadounidense que recibe un salario por trabajar fuera de la Casa Blanca. Y nadie, empezando por su marido, parece dispuesto a contradecirla, quiza porque todavia conserva mucho de aquella adolescente que un dia estampo los morros a un chaval que la habia tomado con una de sus hermanas. Como Rocky Balboa, Jill es de la escuela de Filadelfia. De los suburbios, nada menos.
A Jill Biden, sus alumnos del Northern Virginia Community College (Nova), la alternativa para los norteamericanos que no pueden pagarse una Universidad al uso, se dirigen como ‘Dr. B’. Tiene dos masters y un doctorado que obtuvo con un tesis sobre como reducir el abandono escolar y retener a los estudiantes en el sistema educativo, y ha trabajado casi tres decadas en la red publica. Pese a estar casada con un politico de primera linea -congresista, senador y despues mano derecha de Barack Obama durante dos mandatos- ha conseguido hasta ahora mantener un perfil bajo. Incluso pedia a los escoltas del Servicio Secreto que la acompañaban al campus que se hicieran pasar por alumnos.
«Estoy segura de que muchos compañeros no sabian ni quien era cuando termino el semestre», ha relatado a The Guardian una de sus alumnas. Una tesis que abona la propia Jill: «Cuando alguien me pregunta si estoy casada con el vicepresidente -explicaba hace años-, le digo que somos parientes, eso generalmente les calma». Quienes la conocen no dudan de que, cuando su presencia sea requerida en algun acto, se cambiara de ropa en los lavabos del colegio y abandonara el recinto cargada de examenes por corregir.
«Siempre se me olvida que tiene un trabajo de verdad», decia de ella su amiga Michelle Obama, acostumbrada a verla en el Air Force One boligrafo en ristre, puntuando a sus alumnos, dicen que con severidad. La profesora solo ha suspendido su trabajo en las aulas en dos ocasiones: en 1981, cuando nacio su hija Ashley, y esta pasada primavera para sumarse a la recta final de la campaña presidencial. Y esta ultima vez no sin resistirse, porque si hay alguien que ha tratado de quitarle de la cabeza a Joe Biden la idea de presentarse a la presidencia, es ella.
Unidos por la tragedia
Jill conocio al congresista Biden en 1975, cuando ya estaba separada de su primer marido. Joe habia quedado impresionado tras verla en el anuncio de un supermercado. Consiguio el telefono a traves de su hermano, que sabia de Jill y de sus escarceos como modelo. Ella cuenta que despues de la primera cita -y de dejarla en casa sin mas abordaje que un casto apreton de manos- le dijo a su madre: «Por fin he encontrado a un caballero». Biden, que habia perdido tres años antes a su mujer Neilia y a su hija Naomi en un atroz accidente de trafico, tuvo que emplearse a fondo para conquistarla. Cinco veces le pidio matrimonio antes de que ella decidiera dar el paso.
En 1977 se casaron en la capilla de las Naciones Unidas, se instalaron junto a los hijos de Joe que sobrevivieron al accidente en Wilmington (Delaware) y, cuatro años mas tarde, tuvieron a su hija Ashley. La familia aun recibiria otro duro golpe. Su primogenito, Beau, llamado a seguir los pasos de su padre despues de haber sido fiscal general de su estado y de postularse para convertirse en gobernador, fallecio en 2015 victima de un tumor cerebral. Apenas tenia 46 años. Biden volvio a hundirse y renuncio a competir por el liderazgo democrata con Hillary Clinton, que resultaria derrotada por Donald Trump.
A la sombra de nadie
Cuatro años mas tarde. Joe y Jill no solo han sacado fuerzas de flaqueza, sino que se han llevado el gato al agua. No ha pasado desapercibido que ambos sean catolicos (como los Kennedy), ni su complicidad despues de 43 años de matrimonio. «Joe tiende a sacarme de mi caparazon y yo trato de que mantenga los pies en el suelo», dice ella. Tampoco el afan protector que ha demostrado en campaña. Por ejemplo en las primarias, cuando se interpuso entre su marido y una manifestante que, impetuosa, subio al estrado donde este intervenia; o defendiendo a su hijo Hunter, con problemas de adiccion a las drogas, convertido en la diana de Trump para debilitar la candidatura de su padre. Y sin perder la compostura.
En los mitines, su marido suele presentarse a si mismo como «el marido de la doctora Biden», un guiño hacia esa parte del electorado cansado de que a las mujeres esten siempre a la sombra de sus esposos. Hace un mes, Joseph Epstein, columnista de The Wall Street Journal, la critico por hacerse llamar ‘doctora’ pese a no dedicarse a la medicina. La reaccion no se hizo esperar: Twitter se lleno comentarios de mujeres que firmaban con un ‘Dr.’, reivindicando su doctorado y calificando al articulista de misogino y machista. Punto para Jill.
Ella no quiere que la definan por el trabajo que hace su marido y tampoco esta dispuesta a ser ningun objeto de decoracion. Asi lo demuestra la eleccion de Kamala Harris como vicepresidenta, en la que, si hemos de hacer caso al The Washington Post, Jill Biden parece haber jugado un papel destacado.
Su principal compromiso como primera dama, ha dicho, sera impulsar la educacion gratuita en las escuelas universitarias (trabaja en una), apoyar a las familias de los militares y respaldar la investigacion del cancer. Tiene cuatro años por delante.