Antoni Batista: “La ‘canço’ no se sostiene por el antifranquismo, sino porque tenia un valor estetico muy alto” : Entretenimiento de España
En tiempos de dictadura franquista, años 60, broto una expresion musical, la ‘nova canço’, cuya estela pervive y que merece una mayor consideracion como hecho cultural. Esa es la tesis central que plantea Antoni Batista, quien fue, en sus propias palabras, “fan de los cantautores” en su adolescencia, que luego ejercio de critico del genero en la prensa y que ahora publica un libro, ‘La nostra canço’ (Ed. Pòrtic), delicioso y revelador. “Era una deuda conmigo mismo y con la cultura catalana y la propia ‘canço’”, explica este periodista con varias ramas de especializacion (antifranquismo, conflicto vasco) y musico con base academica, que todavia se sienta a veces a tocar una pieza liturgica en el organo de Torredembarra, localidad en la que vive.
En los albores de la ‘canço’, el concierto, presentado como ‘recital’ (“el primero en presentarse asi fue Raimon, en 1966, en la Aliança de Poble Nou”), se abrio paso en el circuito del ‘escoltisme’ y los centros parroquiales. Con managers como Joan Molas y Nuria Batalla, que supieron sacar partido comercial del aura de Llach como artista maldito. “Fueron muy inteligentes y le dieron la vuelta a su exilio popularizandolo como victima del franquismo”, observa. Tambien Wenceslau Soler, creador de Enllaç, y Oriol Regàs, “que tenia Bocaccio y Via Veneto, no levantaba sospechas en el regimen y podia conseguir que Raimon cantase en el Palau d’Esports”.
Los criticos y la causa
La ‘nova canço’ dio alas a “un grupo de criticos que iban a todos los conciertos”, como Jordi Garcia-Soler, el primer gran cronista del genero, ya fallecido, a quien Batista reemplazo en el ‘Diario de Barcelona’ en 1976 (al pasar el al recien creado ‘Avui’) y con quien tuvo tiranteces iniciales. “Yo publique un articulo en ‘Triunfo’ muy duro con la ‘canço’ a partir de mis conocimientos de armonia. Me he arrepentido siempre, porque fui injusto. Pero con Jordi todo se arreglo y nos hicimos amigos”, explica. En aquel tiempo, “los criticos, en cierta manera, militaban en la causa, y si hacias un articulo duro era como si estuvieras haciendole un servicio a la dictadura”.