Indigenas recurrieron a un alucinogeno para dar con los niños en la selva colombiana : Noticias de
“Les dije: ‘Aqui no hay nada que hacer. A simple vista no los vamos a encontrar. El ultimo elemento es tomar yage’”, relata Guerrero, de 56 años. “Realmente el viaje para nosotros se hace en momentos muy especiales. Es algo muy espiritual. Para nosotros, es como la ultima instancia”.
Ranoque tomo un sorbo y los hombres vigilaron durante unas horas. Cuando pasaron los efectos psicotropicos, les dijo que no habia funcionado.
Algunos rescatistas estaban listos para irse, pero a la mañana siguiente, 40 dias despues del accidente, un anciano bebio lo poco que quedaba del yage.
Algunas personas lo toman para conectarse con ellos mismos, curar enfermedades o sanar un corazon roto. El anciano Jose Rubio estaba convencido de que ayudaria a encontrar a los niños tarde o temprano, afirmo Guerrero.
“El presidente me dejo esperando”, dijo el padre de los niños.
Rubio soño durante un rato. Vomito: un efecto secundario comun.
Esta vez, dijo, habia funcionado. En sus visiones, los vio. Le dijo a Guerrero: “Los niños, hoy los encontramos”.
Los cuatro niños —Lesly, Soleiny, Tien y Cristin— crecieron en los alrededores de Araracuara, un pequeño pueblo amazonico en el departamento de Caqueta al que solo se puede llegar en bote o avioneta.
Ranoque dijo que los hermanos tenian vidas felices, pero independientes, porque el y su esposa, Magdalena Mucutuy, a menudo estaban lejos de casa.
El presidente Gustavo Petro los visito en el hospital.
Lesly, de 13 años, era la madura y tranquila. Soleiny, de 9 años, era juguetona, y Tien, de casi 5 años antes del accidente, inquieto. Cristin, entonces de 11 meses, apenas estaba aprendiendo a caminar.
En casa, Mucutuy cultivaba cebollas y yuca, y utilizaba esta ultima para producir fariña, un tipo de harina, para que la familia la comiera y la vendiera. Lesly aprendio a cocinar a los 8 años. En ausencia de los adultos, a menudo cuidaba a sus hermanos.
La mañana del 1 de mayo, los niños, su madre y un tio abordaron una avioneta.
Se dirigian al poblado de San Jose del Guaviare. Semanas antes, Ranoque habia huido de su pueblo natal, un area donde el cultivo de drogas, la mineria y la tala ilegales han prosperado durante decadas.
Los cuatro niños que estaban perdidos desde el pasado 1 de mayo en las selvas del sur de Colombia tras el accidente del avion en el que viajaban fueron hallados con vida.
Dijo a la AP que temia la presion por parte de personas relacionadas con su labor, aunque se nego a dar detalles sobre la naturaleza de su trabajo o sus tratos de negocios.
“Alla el trabajo no es seguro”, dijo Ranoque. “Y es ilegal. Tiene que ver con otra gente… en un sector que, pues, no puedo mencionar porque me pongo mas en riesgo”.
Relata que antes de irse dejo a Mucutuy 9 millones de pesos colombianos (alrededor de $2,695) para pagar la comida, otras necesidades y el vuelo charter. Queria que los niños se fueran del pueblo porque temia que pudieran ser reclutados por uno de los grupos rebeldes de la zona.
Se dirigian a encontrarse con Ranoque cuando el piloto de la avioneta de una sola helice Cessna declaro una emergencia por falla del motor. La aeronave desaparecio del radar poco tiempo despues.
Iban en una avioneta que se estrello en la selva
“Mayday, mayday, mayday… El motor me volvio a fallar… Voy a buscar un rio… Aqui tengo un rio a la derecha”, informo el piloto Hernando Murcia al control aereo a las 7:43 am., segun un informe preliminar dado a conocer por las autoridades de aviacion. “Ciento tres millas fuera de San Jose… Voy a acuatizar”.
El ejercito colombiano inicio una busqueda de la avioneta despues de que no llego a su destino.
Unos 10 dias despues, sin que se encontrara ninguna aeronave ni señales de vida, los voluntarios indigenas se unieron al esfuerzo. Estaban mucho mas familiarizados con el terreno y las familias de la zona.
Un hombre les dijo que el avion hacia un ruido extraño cuando volo sobre su casa. Eso les ayudo a esbozar un plan de busqueda que siguio el rio Apaporis.
Mientras caminaban por el terreno implacable y tomaban descansos en grupos, las hormigas se les subian y los mosquitos se alimentaban de su sangre. Un buscador casi pierde un ojo por la rama de un arbol y otros desarrollaron sintomas similares a los de la alergia y la gripe.
Casi un centenar de indigenas que conocen bien la selva uniran sus conocimientos y su ayuda a la busqueda de los cuatro hermanos menores perdidos desde hace 21 dias tras un accidente aereo en el sur de Colombia, donde fallecieron tambien tres adultos.
Siguieron buscando.
Historicamente, los militares y los grupos indigenas han estado en pugna, pero en lo profundo de la selva, despues de que disminuyeran los suministros de alimentos y el optimismo, compartieron agua, alimentos, equipos GPS y telefonos satelitales.
Dieciseis dias despues del accidente, con el estado de animo bajo entre todos los grupos de busqueda, los rescatistas encontraron los restos de la aeronave. La avioneta parecia haber caido en picada: fue hallada en posicion casi vertical, con la parte frontal hacia abajo.
El grupo asumio lo peor. Los hombres habian encontrado la aeronave y vieron restos humanos. Guerrero dijo que el y otros comenzaron a empacar las cosas de su campamento.
Pero uno de los hombres que se habia acercado a la avioneta hablo.
“Oigan”, dijo, segun Guerrero. “Yo no vi a los niños”.
El hombre se dio cuenta lentamente de que cuando encontraron los restos de la aeronave, no habian visto el cuerpo de ningun niño. Él se habia acercado a la aeronave y vio las maletas de los niños fuera. Noto que algunas cosas parecian como si alguien las hubiera movido despues de estrellarse.
Estaba en lo correcto. Los cuerpos de tres adultos fueron recuperados del interior de la aeronave, pero no habia señales de los niños ni indicios de que estuvieran heridos de gravedad, segun el informe preliminar.
Las fuerzas de operaciones especiales del ejercito cambiaron su estrategia con base en la evidencia de que los niños podrian estar vivos. Ya no se movian silenciosamente por la jungla.
“Ahi empieza la segunda fase”, comenta el subsargento primero Juan Carlos Rojas Sisa. “Pasamos de la parte del sigilo a la parte de hacer ruido con el fin de que ya nos escuchasen”.
Gritaron el nombre de Lesly y reprodujeron un mensaje grabado de la abuela materna de los niños donde les pedia en español y en el idioma del pueblo huitoto que permanecieran en un solo lugar. Varios helicopteros arrojaron cajas con comida y volantes con mensajes.
Las fuerzas armadas tambien llevaron perros adiestrados, incluido un pastor belga Malinois llamado Wilson que no regreso con la persona que estaba a su cargo y que sigue desaparecido.
En el terreno, cerca de 120 militares y mas de 70 indigenas buscaron a los niños, dia y noche. Dejaron silbatos para que los niños los usaran si los encontraban y marcaron unas 6,8 millas con cinta adhesiva parecida a la de las escenas del delito, con la esperanza de que los niños tomaran las marcas como una señal para quedarse en un mismo sitio.
Comenzaron a encontrar pistas sobre la ubicacion de los niños, incluida una huella que creian que era de Lesly, pero nadie pudo encontrar a los niños.
Algunos rescatistas ya habian caminado mas de 930 millas: la distancia entre Lisboa y Paris o entre Dallas y Chicago. El agotamiento comenzaba a pesar y los militares implementaron un plan para rotar a los soldados.
Guerrero hizo una llamada y pidio el yage. Llego dos dias despues.
El dia 40, despues de que Elder Rubio bebiera el yage, los rescatistas volvieron a peinar la selva desde el sitio donde encontraron los pañales.
Su vision habia reavivado las esperanzas, pero no proporciono detalles sobre donde podrian estar los niños. Los grupos se desplegaron en diferentes direcciones, pero a medida que avanzaba el dia, regresaron al campamento base sin noticias.
La tristeza descendio sobre el campamento. Guerrero dijo a Ranoque cuando los equipos regresaron: “Nada. No pudimos… No hay nada”.
Luego vino la noticia.
Un soldado escucho por radio que habian encontrado a los cuatro niños, a 3 millas del lugar del accidente, en un claro pequeño.
Los equipos de rescate habian pasado a entre 66 a 164 pies de alli en varias ocasiones, pero no los vieron.