El McDonald’s rescatado por sus trabajadores para ayudar a los suburbios del norte de Marsella : Internacional de
Ya no es un McDonald’s, pero ningun extraño lo diria. En el interior de L’ Après-M, las mesas, bancos e incluso las maquinas de autopedido se conservan tal y como las dejo su anterior propietario. El nombre, de hecho, aguanta la M de la franquicia. El nuevo restaurante de los suburbios del Norte, dicen sus impulsores, “no renuncia a su pasado”.
Hace tres años, antiguos trabajadores del unico McDonald ‘s que habia en el distrito 14 de Marsella transformaron el local en un banco de alimentos. Lo hicieron con la complicidad de bomberos, enfermeras, asociaciones y todo el que se asomaba a una zona que no se alcanza por accidente. En los meses mas dudosos de la covid-19, las cajas de provisiones y platos de comida llegaron a mas de quince mil personas.
Aquella iniciativa no tardo en superar su primera ambicion, y el viejo McDo es ahora un restaurante de “fast food solidaria”, sin animo de lucro. En el trabaja una treintena de personas, mientras el banco de alimentos continua su labor con una decena mas. Algunos de los empleados estan bajo vigilancia judicial, otros en proceso de insercion.
El sector concentra buena parte de las viviendas sociales construidas en los años sesenta para instalar nuevas remesas de inmigracion, mayoritariamente magrebi. Bloques macilentos, levantados en la falda de una montaña, que conforman los llamados “barrios del Norte”. Mas alla de sus fronteras, solo resuenan por el trafico de drogas, los ajustes de cuentas y, de vez en cuando, los estallidos de rabia. Aqui apenas hay negocios. Tampoco equipamientos municipales. El desempleo ronda el 30%.
Kamel Guemari comenzo a trabajar en McDonald’s a los dieciseis años, cuando residia en las viviendas de La Savine. Con esa edad ya vislumbro que aquel trabajo podria ser una salida, aunque no imaginase hacia donde. Mas de veinte años despues, el es una de las caras visibles de un proyecto que ha llegado a las tribunas del Museo de las Civilizaciones de Europa y la Mediterranea, en el atavico puerto de la ciudad, lejos de estas barriadas. Tambien a las paginas de revistas como Forbes.
Esta mañana de primeros de noviembre conversamos con el una hora mas tarde de lo agendado. Guemari parece haber nacido para el papel: alto, esbelto, y con una barba inconfundible, habla con el tono de quien ya no necesita convencer. Se desliza entre las mesas del local, con un cafe en la mano, atendiendo a las preguntas de este y el otro. Periodistas locales, activistas, estudiantes. “¿Vosotros tambien sois periodistas?”, pregunta un chico mientras esperamos a Guemari. A nuestro asentimiento, responde: “Increible”.
El restaurante esta en plena campaña de recaudacion. Hace un año, comenzo su andadura con 90.000 euros en donaciones y mucho voluntariado. Ahora necesita 300.000 para seguir siendo viable. L’Après-M, dice su fundador, es tambien “un hijo de las promesas incumplidas”.
Ocurrio en 2019. Sumida en perdidas millonarias, y tras años de conflictos por sus condiciones laborales, la propiedad aposto por declararse en quiebra y cerrar una franquicia que, por entonces, empleaba a mas de setenta personas.
La noticia se interpreto como una sentencia de muerte. El McDonald’s de la rotonda de Saint-Barthelemy, inaugurado en 1992 aprovechando la falta de competencia, vendiendo integracion, se habia convertido en un respiradero. Por sus planchas pasaban chavales que, de seguir consumiendo sus horas en la calle, acabarian sirviendo de carroña al narcotrafico. Tambien empleaba a jovenes que ya habian pasado un tiempo a la sombra e intentaban encontrar otro camino, no volver a las andadas.
El desacuerdo escalo a los tribunales, pero finalmente la cadena cerro y despidio a los empleados. Hubo movilizaciones para evitar la clausura. Un año antes, Guemari habia conseguido la atencion de los medios amenazando con inmolarse con un bidon de gasolina, y los focos enseguida volvieron a el. Incluso aquellos que, decadas atras, habian protestado contra la “malbouffe”, la llegada de la comida rapida, defendieron sin complejos la supervivencia del local. Ese fue el semillero de L’Après-M, que en su version literal significa “Despues de M”.
“Los trabajadores de este McDonald’s no eran estudiantes que trabajan dos meses y se van”, deja caer Guemari. “Le pedimos a la empresa que nos dejase el recinto. Queriamos ayudar a esta poblacion porque es la que nos ha ayudado a ganar nuestro dinero durante años. Pero se nego, asi que lo requisamos”, añade.
Por Otro Lado: Ovidio Guzman, hijo del Chapo, se declara inocente de narcotrafico y lavado de dinero
Poco despues, el recien llegado gobierno local del socialista Benoit Payan adquirio el edificio para evitar su derribo. Tambien sugirio que destinaria ayudas al proyecto. Pero hoy las palabras parecen haber caducado, y los fundadores del L’Après-M dicen estar solos, al menos desde el punto de vista institucional. Su nuevo objetivo es comprar el edificio al Ayuntamiento mediante una Sociedad Cooperativa de Interes Colectivo bautizada como La part du peuple. Esta zona, anuncia Guemari, “es un area en desarrollo”.
Del banco de alimentos a “la plaza del pueblo”
Un hombre de mediana edad abre con cautela la puerta de la hamburgueseria. Asoma la cabeza y pregunta por “el sitio donde se recoge la comida”. Uno de los trabajadores le indica que debe dirigirse a uno de los laterales del establecimiento. Alli, en un barracon donde se almacenan fardos de comida seca y cajas de fruta, una mujer cocina un guiso en dos ollas de laton. Mas tarde, alguien lo llevara a la estacion de Saint-Charles.
El banco de alimentos de L’Après-M funciona sin interrupcion desde los primeros meses de la pandemia, cuando preparo mas de cien mil paquetes de comida. En aquellos dias, puso en marcha “un Uber solidario para los vecinos que no podian salir de sus casas, personas mayores y discapacitadas”, precisa Guemari, quien añade: “La gente temia de verdad morir de hambre”. Ahora la mayor carga de trabajo la tienen los lunes. “Repartimos entre 700 y 800 paquetes a la semana”, afirma Mouna, una voluntaria que coordina la distribucion. En este equipamiento tambien se hacen pruebas para desarrollar un sistema de reciclaje propio.
“Al principio fue muy dificil, hubo mucha violencia. Nos costaba explicar que esto es un proyecto solidario, que uno debe pensar en el otro”, asegura Mouna. “Cuando los jovenes de este barrio tienen la nevera vacia, cuando ven la angustia de sus padres, se convierten en matones. Esto es un proceso para ayudarles a que esten seguros y comiencen a pensar. Y de paso mostrar que aqui no todos son traficantes”, considera Guemari.
Hoy, en el interior del viejo McDo, no se anuncia un Big Mac, sino un Maouss Costo. El Happy Meal es ahora un Menu Minot. Uno de los platos mas demandados es una hamburguesa en forma de ovni, creacion del chef Gerald Passedat, un ganador de tres estrellas Michelin que se crio en estas calles. Las peñas de hinchas del Olympique de Marsella – nunca el equipo – hacen donaciones de merchandising. En los ultimos meses, aqui se han impulsado conciertos de rap, veladas de cine e incluso un club de la comedia en colaboracion con una compañia de teatro. Los colores que revisten el local, azul y violeta, surgen del ingenio de artistas locales.
“Este lugar es la plaza del pueblo. La mayoria de los vecinos que estan en los alrededores necesitan un espacio neutral para compartir un pequeño momento de alegria“, señala Guemari. Es como decir que L’Apres-M es el gran anzuelo de los barrios del Norte de Marsella. Unos suburbios alejados de todo, pero siempre visibles desde la autovia que da entrada a la ciudad.